La mirada del principiante

El nombre de este blog no es casual. Tiene que ver con el camino que he realizado hasta ahora. En una de las primeras entradas ya comenté el por qué de  «Spirit for beginners» y su relación con mi actitud personal frente a la vida, la de una mera aprendiz de todo. Hoy vengo a hablarte precisamente de la mirada del principiante…

En la universidad, cuando realizaba la formación en pedagogía sistémica conocí a un maestro especial, Carles Parellada, que solía decirnos «Lo más importante es la mirada». En aquel contexto se refería a la manera en que depositábamos nuestra atención a nuestros alumnos, los niños. El hecho de mirar a un niño con confianza, de prestarle atención plena, de abandonar los prejuicios acerca de su desarrollo, era mucho más importante que cualquier teoría pedagógica o metodología. La mirada tenía el poder, por así decirlo, de ayudar a nuestro alumno en su desarrollo. La mirada es lo que cuenta…

En estos últimos años he comprobado que hay maneras de mirar la realidad que, literalmente, transforman nuestra experiencia de la misma. O lo que es lo mismo: nuestra mirada transforma nuestra realidad. Este mes de enero, durante el curso  «25 días para los Milagros», de la mano de Íciar Piera, esta enseñanza ha vuelto a mi a través de la práctica de las meditaciones y ejercicios propuestos. Ha sido toda una experiencia que recomiendo a todo aquel que esté en un camino consciente de transformación.

Quien se identifica con un principiante mira la vida sin pretensiones ni ideas preconcebidas. Cada experiencia es fresca, nueva, diferente y abierta a las oportunidades. El principiante conserva la frescura y el sentido de maravilla, la curiosidad y el atrevimiento de un niño. Por eso aprende. Por eso es sabio. Sólo has de observar a ese niño pequeño descubrir la realidad que le rodea para darte cuenta que para él no existe más instante que ese momento cuando se decide a explorarlo.

Adoptar el rol del principiante y su mirada nos hace humildes, nos despoja de la soberbia y  abre nuevas posibilidades a nuestra experiencia. Estamos más en contacto con la intuición, que es nuestra sabia voz interior.

La mirada del principiante también nos da más libertad creativa, porque fluimos con cada acto sin quedarnos atrapados al juicio y la autocrítica. Recuerdo que cuando escribía de pequeña no tenía expectativas, ni juicios sobre mi escritura, ni presiones…  Escribía de forma compulsiva y prolífica con una Olivetti blanca que se convirtió en mi mejor juguete. Fui capaz de acabar 3 pequeñas novelas antes de cumplir los 16 años -libros que guardo en un cajón y que he compartido con muy pocas personas, por cierto- . Ya adulta, un ramillete de prejuicios y deberes autoimpuestos ha frenado ese impulso creativo y no he sido capaz de acabar ni un solo libro en diez años. Hasta hace muy poco, me sentía atascada delante de la pantalla del ordenador. Ahora trato de rescatar del sueño del tiempo a esa niña que escribía sin parar, revistiéndome con su manto de despreocupación, de interés por lo nuevo y ausencia de juicio. Me he decidido a entrenar mi mirada de principiante.

En el zen, entrenar la mirada forma parte de las prácticas de la atención plena y de las técnicas  Mindfulness. No se produce una transformación automática, requiere práctica. Pero al poco tiempo de comenzar ya podemos experimentar más presencia, frescura, creatividad, flexibilidad… Brillan por su ausencia las ideas preconcebidas, tanto en tareas pequeñas, como en grandes proyectos y en nuestras relaciones.

Podemos ejercitar la mirada del principiante en cada acto cotidiano. He aquí algunas de las propuestas más asequibles:

En la comida: comer sin prisa, en pequeños bocados, saboreando cada trozo y percibiendo cada textura. Comer como acto de agradecimiento. Percibir cómo se desarrolla el mundo a nuestro alrededor como mero observador, expectante, mientras disfrutamos de la comida. Imaginar que esa comida que ingerimos nutre perfectamente nuestro cuerpo, que el agua nos hidrata célula a célula.

En las conversaciones: sosteniendo la conversación del otro, en lugar de realizar un mero acto de intercambio de mensajes, consejos, interpretaciones u opiniones. Escuchando al otro más que escuchándonos a nosotros mismos. Meditando cada respuesta, ofreciéndola como un regalo que sugiere, más que imponer. Disfrutar también de los silencios.

En las tareas diarias: poner la atención en cada movimiento que realizamos, en cada paso de cada proceso. Ya sea planchar, lavar la ropa, coser, barrer o cocinar. Venerar la tarea como un ritual sagrado. Disfrutar del tacto, del olor, del sonido de cada tarea. Imaginar un resultado brillante, del que quizás otras personas también gocen.

Al caminar: hacerlo con tranquilidad, sintiendo cada paso, respirando suavemente, observando lo que transcurre en el camino, percibiendo la vida con los cinco sentidos.

En todos estos actos cotidianos, observaremos como un principiante y atenderemos a esos sentidos como si fuera la primera vez que descubrimos esos sabores, olores, texturas y acontecimientos. Estar abiertos a la posibilidad de que algo salga de manera diferente a lo imaginado, incluso mejor de lo que hubiéramos pensado en un primer momento.

Espero que esta semana sea así para ti: que la descubras con los ojos maravillados del principiante.

Un abrazo.

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10 comentarios

  1. Reconozco que no siempre lo consigo, que las prisas muchas veces invaden nuestra vida, pero me quedo con la mirada del principiante. Una de las cosas que más disfruto de mi trabajo es enseñarles a los estudiantes, la frescura que aportan al despacho, a nuestra inmovilidad, a nuestras manías, no tiene precio. Yo me uno a las mamas lentas, mi ritmo cambió bruscamente, bueno cuando fui capaz de darme cuenta del frenesí que vivía, y sigo intentando todos los días esa mirada serena. Un abrazo.

  2. Gracias por tus palabras. Reflexionar siempre es bueno. Volver a mirar con otra mirada, sorprenderse, disfrutar de los momentos…habrá que practicar.

  3. Estel, tienes muchísima razón y debería ponerme a trabajar para cambiar mis hábitos y convertirlos en algo más tranquilo y pausado porque sin darme cuenta… me invade la rapidez y me dejo llevar…
    Un beso!

    1. ¡Si te has dado cuenta de la velocidad, ya estás poniendo el freno! Ir rápido es útil en contadas ocasiones, la sabiduría está en distinguir cuando frenar y cuando acelerar. Y hoy en día muchísimos ni siquiera se dan cuenta que están pisando a fondo. Espero que encuentres esos instantes de serenidad donde se paladea la vida, lentamente. Un beso!

  4. Estel, no lo podrías haber explicado mejor. Yo he vuelto a conectar con la mirada del principiante desde que nació Pol, me salió de manera natural y es una gozada. Realmente nunca la había perdido, pero sí que estaba ya en peligro de extinción, ahora está más desarrollada que nunca

    Un Beso Enorme!

    1. ¡La maternidad es un máster en la vida, Xènia! Igual que te ha pasado a ti, con mi maternidad regresé al entusiasmo de descubrir las cosas a través de los curiosos ojos de mi hija, y a ver nuevos matices, a venerar el instante. Los hijos son grandes maestros. Un abrazo!

  5. Si es que vivimos sin vivir en nosotros mismos! Respirar, saborear, disfrutar y mirar como tú dices, como principiantes es una lección que debemos aprender y practicar a diario para tener la seguridad de que somos conscientes de vivir.

  6. Llevas toda la razón, estamos en la misma sintonía :). A eso que mencionas lo llamo hacer las cosas con AMOR, o con PRESENCIA y realmente lo transforma todo. Beso enorme 😘

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Soy Imma

Eterna principiante y buscadora incansable. En este lugar deseo ofrecerte herramientas para vivir la espiritualidad de forma práctica y creativa, inspiración y mucho más…

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