La tierra fértil del silencio
He regresado de pasar mis vacaciones en Menorca. Constaté al poco de llegar que todo, en lo exterior y en lo interior, me susurraba una misma palabra de poder, una kotodama como dicen los japoneses: silencio. Este silencio no se me presentaba como vacío, sino como un murmullo suave que se escondía entre las olas, en las piedras antiguas de los poblados talayóticos y en la calma de los atardeceres.