Foto: Cindy Bonfini
Cada vez me siento más comprometida con la mejora de mi entorno y la salud. Las últimas noticias sobre la sobre explotación de los océanos y las toneladas de plástico que amenazan la vida marina y, por ende, la salud de todo el ecosistema del que nos nutrimos ha despertado una luz de alarma en mi que me ha puesto manos a la obra. No puede ser de otra manera: los problemas son oportunidades que están ahí para elevar nuestra conciencia.
También he tenido acceso a información acerca de la repercusión que el uso de productos químicos muy procesados tiene sobre nuestro bienestar. Muchas enfermedades, en especial aquellas que afectan el sistema inmunitario y hormonal, tienen un origen directo en la cantidad de químicos que nos rodean, la calidad del agua que bebemos, el aire que respiramos y los alimentos que comemos. A partir de la lectura del blog de Esturirafi he tomado conciencia de los múltiples gestos cotidianos, aparentemente inofensivos, que inciden en este problema. Por ello me he unido al reto animado por Ruth y Nahir #yousomibolsa para ir a comprar cada día los productos a granel, las verduras y las frutas. Ya no utilizo más bolsas de plástico de la frutería ni el mercado, llevo unas bolsas recicladas que guardo sistemáticamente y por supuesto también uso bolsas de tela de algodón y carro de la compra. En un futuro no muy lejano quiero adquirir bolsas de malla de algodón y eliminar definitivamente las de plástico, pero de momento ya me parece un paso importante.
Quiero compartir contigo algunos de los gestos que he adoptado, algunos desde hace algunos años y otros más recientes, para apostar por un hogar más «ecofriendly».
- No suavizante en la colada y detergente natural. Me lo recomendó una amiga y al principio no quería creerla: el suavizante para la ropa no sirve para nada -bueno, sí, sirve para contaminar más el agua-. Comencé a hacer pruebas y no noté absolutamente ningún cambio en las prendas, si acaso ahora me duran más. Están igual de suaves y perfumadas utilizando jabón natural sin fosfatos en la colada, uno que utilizo un poquitín más caro del habitual de los supermercados, pero que me cunde muchísimo (solo 1 tapón en una lavadora media).
- Cosmética y productos del hogar: He comenzado a crear mis propios cosméticos naturales gracias a los consejos de Victoria Moradell y a utilizar algunas marcas con el certificado Ecocert y de otros organismos reconocidos internacionalmente que apuestan por ingredientes de comercio justo, orgánicos, sin parabenos, sin fosfatos. Por suerte, soy de maquillarme poco, así que utilizo poca cosa. Mi debilidad son los pintauñas, así que utilizo marcas «9 free» , o sea, que no utilizan los 9 principales agentes químicos perjudiciales en este tipo de productos. También doy muchísima importancia a la limpieza facial: me lavo todas las noches con una esponja natural de celulosa y jabón de azahar y miel. Me desmaquillo poco y uso para este fin una muselina de algodón lavable y aceite de camomila. Tras el lavado facial me aplico en los pómulos un poquito de manteca de karité, en el marco de los ojos. El aloe vera y la manteca de karité son mis básicos en el cuidado de la piel. También suelo utilizar caléndula, que nos ha hecho ahorrar en medicamentos para problemas en la piel. En la limpieza del hogar, he comenzado a crear mi propio multiusos a base de vinagre de manzana, esencia de limón y jabón natural. También compro un par de limpiadores para suelo y otras superficies en base a jabón «negro» natural, vinagre y limón.
- Duchas y Cabello»Eco»: Utilizo desde hace años jabones naturales y en pastilla para ducharme en lugar de geles. Los compro a pequeños artesanos, algunos de ellos amigos míos. He ido incorporando también champú en pastilla, utilizo básicamente de dos tipos que voy alternando, uno de base de algas marinas y sal que me da un volumen espectacular y otro de aceite de argán que lo nutre y suaviza. En invierno, me ducho cada día, pero me lavo el pelo cada dos. Con esto he conseguido, a parte de un pelo más sano, gastar menos agua y también menos champú, así que las pastillas me duran más. Apago el grifo cuando me enjabono. Utilizo una esponja en red de algodón natural, que enjuago bien y seco al aire tras cada ducha.
- Comprar a granel productos de proximidad: cada vez miro más las etiquetas de los alimentos que compro y examino la procedencia, sobretodo de frutas y verduras. Opto por comerlas de temporada y, a ser posible, cultivadas en los numerosos huertos de mi entorno, especialmente de la comarca del Maresme, mi hogar natal y cercano a Barcelona, donde vivo. Compro en fruterías y mercados de la ciudad a pequeños productores. No compro fruta envasada y sólo ocasionalmente verdura o brotes para ensaladas en bolsas, aunque por suerte en mi frutería habitual ya puedo adquirirla también a granel.
Foto: Rawpixel
REDUCIR EL CONSUMO
No nos engañemos: el paso definitivo para una vida más en armonía con nuestro entorno pasa por controlar nuestro ansia consumista. Te habla alguien que se enamora fácilmente de lo bueno, delicioso y bonito y que ha tenido que hacer un trabajo -todavía estoy en ello- para no caer en la compra compulsiva y continua (sólo limitada por mi escueta cuenta corriente, por suerte… ejem!). Una de las cosas que hago es escribir listas, afición que además está entre mis sencillas pasiones. Llevo mis listas de compras más inmediatas en el móvil con la aplicación LISTONIC. Allí apunto los productos de más necesidad por comercio. En mi tablero Pinterest «Imma’s Wishlist» apunto mis caprichines, y de vez en cuando me permito alguno. Los agrupo normalmente por tiendas, algunas de ellas online, y cuando voy a hacer la compra medito si realmente lo necesito o si ya «se me ha pasado el calentón» (cosa que me sucede a menudo). También me sirve para dar ideas a mis parientes y conocidos cuando quieren hacerme un regalito… También procuro ir a comprar con el estómago lleno (probadlo: ¡es increíble cómo funciona para comprar menos! Y si vas con hambre, ya te lo puedes imaginar…)
UNA LECTURA RECOMENDADA: LA SABIDURÍA DE LOS ÁRBOLES
Este libro no nos ofrece una lista de ideas para una vida «ecofriendly», sino que es toda una inspiración, maravillosamente escrita por el tenor y guardabosques Vincent Karche -sí, has oído bien, tenor y guardabosques- para que tu misma encuentres tu camino hacia la Esencia a través de los árboles: son los seres vivos que más lecciones pueden darnos sobre una vida integrada en el entorno y sostenibilidad. El árbol es el ser que verdaderamente puede presumir de «residuo cero» en el ambiente donde vive. Y, además, es una lección viva de la GENEROSIDAD: el árbol da y da sin parar. Es el ejemplo del tomar -muy poco y lo necesario- y devolver con creces regalos a su entorno. Un fluir continuo, una sabiduría inmensa.
Después de leer La sabiduría de los árboles no puedo dejar de mirar con humildad y gratitud a cada ejemplar que se cruza en mi camino, ya sea en la ciudad o en el campo. Observo con amor mis dos bonsais, El arce y el Olivo, espléndidos en mi terraza, y parece que comienzo a tejer un lenguaje cómplice con ellos.
¿Conocías ya algunas de estas ideas? ¿Qué otros gestos has adoptado tu para reducir tu impacto en el medio ambiente?
¡Me encantará que las compartas aquí con nosotros!
Un beso y feliz semana.