Lost in translation

Tengo un amor secreto confesable: amo la palabra. Amo la manera en que los seres humanos nos hemos espabilado para traducir en signos nuestros anhelos, necesidades, evocaciones, hipótesis, sentimientos… Cómo estos códigos nos conectan y lo mucho que nos dicen del Alma del Mundo. Amo las lenguas. No es casualidad que sea maestra de inglés y castellano.

Hay quien utiliza las lenguas como motivo de disputa, de separación… Yo las veo como una riqueza inmensa y como un punto de conexión. No puedo entenderlas de otra manera. Más allá de enseñar inglés a alumnos, lo que me mueve es poder mostrarles la conciencia lingüística, una forma entender el mundo con la mente abierta, sabiendo que no están solos en su parcelita, sino que más allá existen seres que aman, temen y sueñan de manera parecida. Querer entenderse es fundamental, hables el idioma que hables. Lo importante es salir en esa búsqueda…

De hecho, dicen que cuando una lengua se muere -porque las lenguas son como  los seres vivos que las crearon, nacen, evolucionan, crecen… y en algún momento abandonan la experiencia humana-, una visión del mundo también lo hace. Habrá mundos que ya jamás serán revelados porque no existen sus hablantes. No existe la palabra que nació en aquella realidad, por lo tanto, la realidad queda oculta. Éste es el problema de traducir textos antiguos en lenguas muertas y hacerlos comprensibles a nuestra época: necesitaríamos infundir en nosotros el espíritu de quienes hicieron nacer esas palabras, bañarnos en su experiencia, para entender por completo el mensaje. Y evitar las desafortunadas mal interpretaciones. Sobre este infortunio podría escribir otro post entero… porque de traducciones erróneas se han montado cuerpos de tratados y creencias que en más de una ocasión la han liado parda. ¡Muy parda!

Pero a lo que vamos… Ya conoces mi pasión por las palabras japonesas y lo que nos dicen de su cultura. Y también conoces mi creencia de que no somos nosotros quienes escogemos los libros, sino que son los libros los que nos escogen a nosotros (por motivos locos que a veces no logro entender…¡pero qué importa!).

Hoy un libro me ha «escogido» desde el aparador de una tienda en el barrio barcelonés de Gracia. Era muy testarudo: se había quedado pegado a mis manos, inseparable como un imán…¡ He tenido que quedármelo sin remedio! Se trata de «Lost in Translation», de Ella Frances Sanders (Libros del Zorro Rojo). En su portada se presenta a sí mismo: «Un compendio ilustrado de palabras intraducibles de todas partes del mundo».

Ilustración y palabra: ¡qué cóctel tan irresistible! En estos casos prefiero caer en al tentación. Y aquí tengo el librito, enamorándome ya desde su primera página. Dice en su introducción que por más que seamos diferentes, todos estamos hechos de la misma sustancia. Aquí radica, quizás, mi amor profundo por la diversidad de lenguas del mundo. Que a pesar de esas extrañas e «intraducibles» diferencias, en el fondo todos estamos unidos por la misma Esencia. Si yo puedo comprender a través de una palabra la experiencia de otro ser humano en el otro extremo del planeta, es porque vibramos en la misma sintonía, porque ambos somos eso, seres humanos, en definitiva. Las lenguas nos tientan, como dice Sanders, a cruzar la frontera de nuestra experiencia y salir en busca del otro.

Dicen que los inuit -pueblo esquimal- tienen unas cincuenta palabras para describir la nieve. Los finlandeses unas cuarenta… Porque su experiencia del agua helada es tan vasta, es tan crucial en sus vidas, que no pueden llamarla con una sola palabra.

El libro, como te he dicho, no me ha escogido por casualidad.  Para echarme bien el anzuelo comienza con una palabra japonesa:

K O M O R E B I

Es decir, la luz del sol que se filtra a través de las hojas de los árboles.

Poesía pura…

Y mira esta otra del yidis:

 L U F T M E N S C H

Una persona soñadora, que vive en otras realidades, o directamente en las nubes,

literal «persona de aire» (mi foto también podría ilustrar esa palabra… jejeje 😉 )

Y sigue con otros términos de lo más sorprendentes en sueco, en alemán, húngaro, ruso, yidis, indonesio, inuit, hawaiano… Expresiones que nunca hubieras imaginado, de realidades que tal vez conozcas. Aderezadas con ilustraciones evocadoras y divertidas.

Si en tu lengua no encuentras la palabra adecuada para describir tu situación o lo que ahora mismo estás sintiendo… no te preocupes: ¡seguro que existe en otra lengua! No tenemos por qué perdernos nada en la traducción. Aunque, como dice el libro, ¡quizás hasta sea divertido perderse un poco!

Espero que disfrutes de la semana, beginner.

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